29 de abril de 2008

24 horas antes

La tranquilidad se apodera del cuerpo, los nervios están templados, pero una extraña sensación de alerta se apodera del organismo. Se sabe que algo ocurre. Sabe que algo le aguarda, una conjunción de sensaciones que se desatarán en 24 horas.

El cerebro, por su parte diseña y analiza cada uno de los posibles estados que pueden ocurrir en el evento de dentro de 24 horas. Se pone en la peor situación posible, pero rápidamente fluctúa hacia la inversa, el estado de felicidad. En otras se imagina momentos tensos, en otros desenlaces taquicárdicos. A veces piensa que pasará lo de allá o lo de acullá. Este jugador o el otro, qué puede desequilibrar y que no. Cambia de un lado hacia otro constantemente. Como el viento que azota los cristales en estos instantes.

Aún no hay sensación de desasosiego, aunque dentro de 20 horas probablemente la haya. Para evitarlo, el cuerpo dominó sobre la mente y decidió gastar reservas energéticas para relajarse. Como contrapartida, el cerebro, que tan ricamente estaba en sus pecualiares observaciones, al verse sorprendido por este gasto, a todas luces para él poco provechoso e inútil, decidió poner al cuerpo al límite, haciéndole sufrir.

Finalmente, el cuerpo se recuperó, el cerebro volvió a pensar y ahora quedan menos de 21 horas...

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